La adicción como tropiezo en el Camino del buscador

La adicción como tropiezo en el Camino del buscador

Todos los grandes héroes de la mitología y la literatura buscaban algo, pero no dejan de buscar hasta que lo encuentran. La búsqueda lleva al héroe por peligros, perplejidad, desesperación y oscuridad. Pero cuando encuentra, lo encontrado hace que todos los esfuerzos parezcan insignificantes. El ser humano va a la deriva y en su deambular es arrojado a las más extrañas playas del alma, pero en ninguna debe demorarse ni encallar, no debe dejar de buscar hasta haber encontrado.

"Buscad y encontraréis", dice el Evangelio. Pero el que se asusta de las pruebas y peligros, de las penalidades y extravíos del camino, se queda en la adicción. Proyecta su afán de búsqueda en algo que ya ha encontrado en el camino y ahí termina la búsqueda. Asimila el sucedáneo a su objetivo y no se ve harto. Trata de saciar el hambre con más y más del mismo sucedáneo y no advierte que cuanto más come, más hambre tiene. Se intoxica y no advierte que se ha equivocado de objetivo y que debería seguir buscando. El miedo, la comodidad y la ofuscasión le aprisionan. Todo alto en el camino puede intoxicar. En todas partes acechan las sirenas que tratan de retener al caminante y hacerlo prisionero.

Cualquier cosa puede provocar adicción cuando no la limitamos: dinero, poder, fama, influencia, saber, diversión, comida, bebida, ascetismo, ideas religiosas o drogas. Sea lo que fuere, todo tiene justificación en cuanto que experiencia y todo puede convertirse en manía cuando no sabemos decir basta. Cae en la adicción el que se acobarda ante nuevas experiencias. El que considera su vida como un viaje y siempre va de camino es un buscador, no un adicto. ... El problema no es lo que nos provoca la adicción sino nuestra pereza para seguir buscando. El examen de las adicciones nos indica, en el mejor de los casos, el objeto de las ansias de cada cual. Y nuestra perspectiva queda sesgada si absolvemos las adicciones aceptadas por la sociedad (riqueza, trabajo, éxito, saber, etc.).

Respecto al alcohol, nos dicen los autores que el alcohólico ansía un mundo sin penas ni conflictos, lo cual no es malo, a menos que se intente conseguirlo rehuyendo los conflictos y los problemas, como es el caso de quien abusa del alcohol: "él no está dispuesto a encararse con la conflictividad de la vida y resolverla con el esfuerzo. Con el alcohol adormece sus conflictos y problemas y se pinta un mundo sano". Dicen también que generalmente, en el alcohol se busca calor humano, mediante la destrucción de las barreras e inhibiciones provocando una camaradería inmediata a la que luego falta profundidad y solidez. "El alcohol es la tentativa de apaciguar el deseo de búsqueda de un mundo sano, feliz y hermanado. Todo lo que se oponga al ideal hay que ahogarlo en vino."
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Respecto al tabaco, nos recuerdan que está relacionado con las vías respiratorias y los pulmones, con la respiración, que tiene que ver sobre todo con la comunicación, el contacto y la libertad: "Fumar es el intento de estimular y satisfacer este afán. El cigarrillo es el sucedáneo de la auténtica comunicación y la auténtica libertad."

Respecto a la cocaína, nos dicen que quien la busca, busca el éxito y a final de cuentas, la búsqueda del éxito es siempre una búsqueda de amor. "Por ejemplo, en el mundo del espectáculo y del cine está muy extendido el uso de la cocaína. El ansia de amor es el problema específico de esta profesión. El artista que se exhibe busca el amor y espera calmar estas ansias con el favor del público. La circunstancia de que esto no sea posible hace que, por un lado, constantemente se 'supere' y, por el otro, se sienta cada vez más desgraciado. Con o sin estimulante, aquí la adicción se llama éxito, con el que se pretende calmar el hambre de amor."

Respecto a los psicoactivos visionarios, dicen que quien las consume tiene el propósito, más o menos consciente, de realizar experiencias mentales y trascendentales: "No es fácil determinar si son medios legítimos para abrir nuevas perspectivas a la conciencia, ya que el problema no se halla en la droga propiamente dicha sino en la mente del individuo que la utiliza... suele ser muy difícil controlar el nuevo espacio mental que nos abren las drogas y no ser invadido por él." Por eso concluyen que: "Cuanto más se adentra uno en el camino de la verdadera búsqueda, menos necesita de las drogas".

Dathlefsen, Thorwald y Rüdiger Dahlke: La enfermedad como camino, Plaja & Janés, España, 2000.